Hablar para ser entendido
Las herramientas de traducción automática son excelentes. Cuando necesitamos entender un texto que está escrito en un idioma que no hablamos, al usarlas logramos entender su contenido general. Su existencia ha facilitado mucho la nuestra.
Cuando hablamos de comunicación institucional, donde una empresa pretende vender en un país extranjero, recurrir a este tipo de traducción es una mala idea. Los textos que resultan de estas traducciones aparecen con muchos errores y construcciones de sintaxis que no son naturales en el idioma de destino. La situación es aún peor cuando los textos fuente tienen ya errores ortográficos y de sintaxis. El resultado es desastroso.
He tenido la oportunidad de leer algunas cosas embarazosas, por ejemplo un portugués se despide en un correo electrónico con un “abrazo”, que el traductor automático tradujo al francés como “étreinte”, una forma que un francófono nunca usaría. Presentarse en un mercado con un lenguaje que suena extraño es una manera inglória de dar una mala imajen de una empresa.
También existe cierto mito de que si una página se traduce al inglés, esta ya es la inversión necesaria y suficiente para abordar todos los mercados internacionales. No es verdad.
No podemos asumir que todos hablan nuestro idioma, ni podemos asumir que todos hablan inglés. Si queremos vender, tenemos que dirigirnos a los clientes de una manera que reconozcan y que genere confianza y credibilidad a través del lenguaje correcto.