¿La traducción jurídica es verdaderamente un «universo aparte»?
La principal dificultad se presenta cuando se realiza la traducción entre un sistema anglosajón (Common Law) y un sistema de base romana (Civil Law).
¿Por qué?
Por una razón simple: los fundamentos jurídicos son considerablemente diferentes entre sí. Al traducir un texto inglés de Derecho Mercantil, debemos consultar dos fuentes oficiales: el Companies Act 2006 (Reino Unido) y el Código de Sociedades Mercantiles (España).
El objetivo es encontrar equivalencias entre los dos idiomas.
Como indica Pedro Coral Costa, en ausencia de una equivalencia directa, se requiere un amplio entendimiento cultural y legal, sistémico, dando prioridad a la «equivalencia funcional» y respetando las culturas de procedencia y destino.
Con el incremento del comercio internacional y la globalización, se intensifica la necesidad de traducir documentos corporativos. Frecuentemente, las traducciones se realizan del inglés hacia portugués o español.
No obstante, la traducción de estos documentos exige una serie de habilidades particularmente específicas y presenta desafíos singulares.
> Es esencial tener conocimiento de la legislación portuguesa y española, así como de los sistemas de Common Law.
> La revisión posterior por parte de expertos en derecho es muy importante.
Estos proyectos demandan una considerable inversión de tiempo, y las repercusiones de un fallo pueden ser serias.
Según Gurumac (2011), «La ley es creada por y para una sociedad… reflejando la historia, la evolución y la cultura de ese mismo sistema».
En resumen: la traducción legal trasciende mucho más allá de las simples palabras plasmadas en una página.
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